martes, 19 de junio de 2012
Un futuro pasado por agua
El otro día (sábado si no me equivoco), viajé al pasado viendo la película Waterworld. El film, aunque con una indudable carga de acción, presenta una importante reflexión moral acerca del daño que el ser humano está ocasionando al planeta. Para los que no conozcan la historia, el propio nombre la resume estupendamente: en un futuro no muy lejano, apocalíptico por supuesto, la Tierra ha quedado completamente cubierta por las aguas, habiéndose derretido los casquetes polares a cuasa del calentamiento global (¡y recordemos que la película es del año 1995!). Los hombres (y aquí englobo también a las mujeres, porque la palabra hombre tiene una amplia significación), se ven obligados, así, a vivir en precarias y cutres plataformas de metal (algunas en forma de barcos y otras especies de estaciones flotantes a falta de tierra firme donde asentarse). Esta situación lleva a, en casos como el del propio protagonista, la mutación (ictosapiens, personas con branquias tras las orejas y membranas entre los dedos) y, lo más importante, una desesperada obsesión por encontrar la que ellos llaman "Tierra Seca". Según cuenta la leyenda, el tatuaje que una niña encontrada a la deriva en el mar tiene en su espalda es un mapa para llegar hasta tierra firme. Sin embargo, nadie es capaz de descifrarlo... Al más puro estilo del cine norteamericano, un grupo de "malos" va en busca también de la niña y el secreto que esconde, y el protagonista, la "chica" y la pequeña habrán de luchar contra ellos. El final, también típicamente estadounidense, nos deja con un buen sabor de boca y esperanzas, esperanzas... Algo con lo que estoy decididamente en contra: como no paremos YA esto, acabaremos suspendidos en esas malditas plataformas corroídas, como en Waterworld. Y no habrá "Tierra Seca" que valga.
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